viernes, 1 de enero de 2010

DANZA SAGRADA - Texto de Ana Barrios



Este cuento me lo hizo Anciana Señora en esas pocas veces que me habló de ustedes, los humanos.

Cuentan que bastante después del Principio _o sea más o menos al medio_ , el tiempo no valía tanto como vale ahora. Por ejemplo, ahora el tiempo dice que vale más que el oro y todo el mundo corre para ahorrar tiempo y al final poder guardarlo en el Banco del Aburrimiento o en el Banco de la Muerte. Pero en aquel entonces, el tiempo no tenía precio, por eso los humanos no lo medían celosamente, vivían.

Cuando salía el sol se desperezaban e iban a cultivar la tierra. Cuando el sol estaba alto y sentían un ruido así: chuiiiijjj que venía de la panza, volvían a casa a comer lo que tenían. Después de comer se escuchaba: zzzzzzz y era que el tiempo daba para dormir una siestita _ así la llamaban _ . Y cuando el sol no quemaba tanto se escuchaba: pisssss, y a veces: ploch-ploch y después sí, iban a trabajar con una sonrisa de oreja a oreja.

Nadie corría ni se quejaba ni se aburría; disfrutaban de lo que hacían y disfrutaban de lo que no hacían. Sí, porque cuando ya no tenían cosas para hacer disfrutaban de las cosas más diversas. Por ejemplo: se tiraban en el pasto a ver pasar las nubes, se zambullían en el río, se trepaban a los árboles, escuchaban cantar a los pájaros, se rascaban la cabeza, jugaban con barro, miraban trabajar a las hormigas, se perseguían unos a otros y también se enamoraban. Hasta tenían tiempo para ver crecer a los niños!

Al atardecer volvían a sentir ese: chuiiiijjjj que venía de la panza, comían algo y se preparaban para el gran encuentro. El gran encuentro se celebraba todas las noches alrededor de una fogata enorme. A él asistían hombres, mujeres, ancianos y niños. También se acercaban los perros, los gatos y las lechuzas. Entonces qué pasaba, comenzaban a sonar los tambores y todos, toditos se entregaban a danzar.

A veces danzaban tomados de las manos, a veces sueltos, a veces en parejas. A veces iban rápido y otras despacio, a los saltos o en puntitas de pie, girando o aleteando como pájaros. Pero todas, todas las veces danzaban para agradecer. No sabían muy bien a qué le agradecían porque no podían ver de dónde venía todo lo que les rodeaba, aunque sí podían sentir la presencia de algo maravilloso que les llenaba el pecho.

Por entonces parece que la vida le daba cosas valiosas a los hombres: nubes, pájaros, ríos, silencio, pan...y por eso estaban tan agradecidos. No como ahora que parece que lo único que les da son autos, casas, tarjetas de crédito, hamburguesas, educación...y por eso viven tan amargados.

Danza al ritmo del corazón. Danza en la transparencia del aire. Vive la vida como una danza sagrada.