viernes, 3 de junio de 2016

Danzando con Niños

Los niños deben acceder a la danza porque tienen el derecho a la libertad de movimiento, de expresión y de comunicación.


Todo ser humano necesita moverse para entrar en contacto consigo mismo, para estimarse y situarse ante otros, para conocerse y crear un puente entre su ser biológico, emocional, social y cultural.

La danza a través de su lenguaje simbólico promueve y potencializa la creatividad y el conocimiento de facultades físicas y afectivas, reflexivas y valorativas, propias y de los demás.

Expresarse a través del movimiento permite al niño intercambiar experiencias, reconocer intereses mutuos, llegar a acuerdos, vivir y disfrutar la cultura.

No obstante, la práctica del movimiento expresivo es limitada en la escuela, el hogar y el ámbito comunitario; no se les escucha, se les ignora, se les descalifica o maltrata, alterando su vida afectiva, lesionando profundamente su auto-valoración y su sensibilidad hacia su entorno. La expresividad frustrada deviene en agresión.

La danza lleva al niño a desarrollarse equilibradamente, propicia su salud psicológica, refuerza su autoestima, le enseña la comprensión, el respeto y valoración por el otro. Le da sentido de trascendencia, de pertenencia, de identidad con el género humano, y le proporciona un marco orientador de los modelos familiares y sociales, necesidades éstas que han de ser satisfechas para conformar una personalidad íntegra y sana.

En la ejecución de la danza se adquieren conocimientos sobre el esquema corporal, las facultades perceptivas, la orientación temporo-espacial, el ritmo y la simbología gestual entre otros. El niño requiere tomar conciencia del propio cuerpo, de su unidad orgánica, del espacio que ocupa y del tiempo en que se mueve. Esta es la base del desarrollo psicomotriz.

Como arte, la danza expresa sentimientos, ideas, visiones, relaciones, juegos del pensamiento y del corazón, mediante un lenguaje simbólico que alude a la vida interior propia de la condición humana.

Danzar en círculo es esencialmente un trabajo grupal en el que el niño comparte con otros para crear algo en común, forjando una acción concreta donde la expresión corporal se transforma en un lenguaje valido de comunicación.

En el círculo surge una comunidad carente de jerarquías donde todos sus integrantes son iguales, donde no existe la competencia ni la soledad. El círculo brinda al niño seguridad, ya que en él experimenta la sensación de pertenencia e igualdad.

Justamente por esto las danzas han servido a lo largo de la historia para dar cohesión e identidad a las distintas culturas de la tierra.

No se deben separar los valores estéticos, artísticos y culturales de la danza circular del valor educativo que ésta contiene. Propicia la tolerancia, la solidaridad y el espíritu de servicio; su práctica abre espacios de expresión donde el ser humano como individuo y como parte de un grupo accede a una organización simbólica del universo que atenúa la rigidez de la vida diaria.

Las Danzas Circulares son una invitación a crear puentes de comunicación e interacción con nosotros mismos, con los otros, con la naturaleza y con todos los aspectos de la vida. Aquí los individuos son parte de una obra de arte en la que cada uno aporta trazos de belleza y riqueza para crear una imagen grata al espíritu.
Milena Herrera




“Si los niños nuestros bailaran, cantaran, hicieran de su escuela un parque de diversiones, esa escuela se volvería una explosión de vitalidad... y entonces no habría más violencia, porque uno se vuelve violento cuando descubre que los que lo rodean no lo reconocen.”
To Make Better People, La Danza y el Niño, Unesco,
Congreso del Daci, Estocolmo, 1982